¿Qué tanto es tantito? Todo es cuestión de números…
Miguel Rubio Godoy
Bien dice el refrán popular, que hay que saber cuántos vienen a comer a la casa, para calcular cuánta agua hay que echarle a los frijoles, de modo que todas las personas convidadas alcancen algo. Desde luego, siempre es bienvenida la visita de nuestros seres queridos y se puede hacer rendir más el alimento, improvisar creativamente y racionar un poco, por el gusto de compartir la mesa cuando – felizmente – nos “caen” de sorpresa.
La cosa se pone más complicada cuando no se trata de una visita esporádica, sino una necesidad que llegó para quedarse; y cuando no es que lleguen unas cuantas personas más, sino tres veces más de las que se pensaba – y para las que se cocinó ese día. Si me permiten una analogía un tanto burda, eso es lo que le ha pasado al ser humano en las últimas 7 décadas, durante las que la población mundial se ha triplicado: de los 2’500 millones de personas que habitaban la tierra en 1950, a los 8 mil millones de personas que la Organización de las Naciones Unidas calcula seremos a partir de estos días. Para ser precisos, se estima que el 15 de noviembre de 2022, nacerá el habitante número 8’000’000’000 – pongo la cifra para que no quede duda de que es ENORME. En nuestro país, el crecimiento poblacional también ha sido importante en las últimas décadas. Con cifras del INEGI, en 1950 había casi 26 millones de habitantes, y en 2020 se contaron 126 millones de mexicanos.
Es probable que el habitante número 8 mil millones nazca en Asia, pues en ese continente vive más de la mitad de la población humana; 29% en Asia oriental y el sudeste asiático, y 26% en Asia central y del sur. Sabemos también que en Asia están los dos gigantes poblacionales del mundo, China (1.43 mil millones de habitantes) y la India (1.42 mil millones) – naciones muy cercanas en población, y se estima que el año entrante, India sobrepasará a China. Usando las agrupaciones de países de la ONU, África subsahariana y la combinación de Europa más Estados Unidos y Canadá, ambas regiones tienen poblaciones por encima de los 1’100 millones de personas; mientras que en América Latina y el Caribe somos 658 millones de habitantes y en el norte de África y Oriente Medio viven 549 millones de personas. Si gustan consultar las cifras exactas, así como el informe completo de la División de Población de la ONU, les recomiendo visitar el sitio: https://population.un.org/wpp/Publications/
Respondiendo a la pregunta “¿qué tanto es tantito?”, este crecimiento poblacional no es menospreciable, y ejerce una presión notable sobre distintos aspectos – tema que sobrepasa por mucho mi conocimiento y el espacio con que cuento en estas páginas. De modo que únicamente esbozaré algunos aspectos relacionados con la producción de alimentos – aclarando que se trata de un esbozo.
A nivel mundial, desde la década de los 1960, que fue cuando la tasa de crecimiento poblacional fue más elevada, se iniciaron esfuerzos globales para “echarle agua a los frijoles”, o sea, para incrementar la producción de alimentos. Entre otros, se impulsó la llamada “revolución verde” para incrementar la producción agrícola; se exportaron tilapias africanas a todos los continentes, para favorecer la acuacultura y el acceso a una fuente de proteína animal de buena calidad y económica; se mejoraron muchos de los cultivares y animales mediante mejoramiento genético; se buscó controlar las principales plagas agrícolas, etc. Si bien esto logró un incremento notable de la producción global de alimentos, es importante señalar que persisten muchas inequidades a nivel global, y que el incremento de la productividad alimenticia también tiene algunos aspectos negativos. Por citar unos cuantos, el aumento de la productividad, muchas veces ha ido aparejado con el uso indiscriminado de herbicidas, insecticidas y antibióticos, que en ocasiones son sustancias tóxicas y causan grandes problemas, como la afectación a la salud de los animales (incluido el ser humano) o la selección de cepas de bacterias patógenas resistentes a los antibióticos. La extensión de la frontera agropecuaria muchas veces se ha dado a costa de los bosques y selvas, lo que repercute en cuando menos dos enormes disturbios ecológicos, entrelazados pero no idénticos, aunque ambos implican la pérdida de la biodiversidad: la deforestación (pérdida de la vegetación original) y la defaunación (extinción de los animales, particularmente mamíferos grandes). Finalmente, pues reitero que no hay espacio para más, en diversas ocasiones, la traslocación de plantas y animales exóticos con fines productivos, ha resultado en la introducción de múltiples especies invasoras que han competido y, en ocasiones, resultado en la extinción de especies nativas…
El tema da para mucho más; pero la intención de esta nota no es abordarlo, sino simplemente llamar la atención a que estamos cruzando un punto importante y notable en la historia de nuestra especie, al sobrepasar los 8 mil millones de habitantes, lo cual implica que la demanda de alimentos – entre muchas otras necesidades – no cesará en el corto plazo; y atenderla requerirá de todo nuestro ingenio, habilidad y generosidad – considerando la inequidad existente en la distribución y acceso a alimentos, con el extremo inmoral de que en el mundo actualmente se desperdicia comida en algunos sitios mientras que en otros falta.
Hay que procurar una producción de alimentos más eficiente, respetuosa con el entorno y justa para todas las personas; pero también hay que cobrar conciencia del enorme impacto que representa la creciente población mundial – y el hecho de que vivimos en un mundo con límites biofísicos finitos.