Necesitamos descolonizar la ecología
Wesley Dáttilo1 y Tlacaelel Rivera-Núñez2
La Ecología expresa un fuerte legado occidental y dinámicas de colonialidad que podrían ser superadas a partir de construir modos de producción de conocimiento más justos y diversos.
En el último par de décadas, sobre todo en países del Sur Global (término utilizado para caracterizar a las regiones menos desarrolladas económicamente, en su mayoría ubicadas en el hemisferio sur y explotadas históricamente por los países colonialistas, Figura 1), ha surgido un movimiento intelectual que problematiza la hegemonía histórica de los sistemas de conocimiento coloniales. Dentro de dicho movimiento más amplio, la “descolonización de la ciencia” se centra particularmente en rastrear el legado y las prácticas contemporáneas de colonialidad de las diferentes disciplinas científicas a fin de proponer modos de producción y de validación del conocimiento más equitativos y diversos, así como de acotar las brechas que enfrentan ciertas minorías identitarias y grupos subrepresentados dentro del quehacer investigativo.
Mapa mundial que resalta los países del Norte Global en azul y los países del Sur Global en rojo. Esta representación visual destaca las diferencias geográficas en el desarrollo económico y las desigualdades globales. https://www.freepik.com
El enfoque descolonizador de la ciencia comienza a permear en Ecología apenas en años muy recientes y la historia de este campo científico, al igual que el de muchos otros, nos remonta al renacimiento y la ilustración europea. En estos periodos, los conocimientos generados por científicos naturales como Carl von Linné (1707-177), Jean-Baptiste Lamarck (1744-1829), Charles Darwin (1809-1882), Gregor Mendel (1822-1884) y el propio Ernst Haeckel (1834-1919) fueron utilizados para legitimar la colonización a través de justificar moralmente la superioridad del conocimiento colonial (definido como universal) y, en función de ello, imponer modelos coloniales de civilización alrededor del planeta. De hecho, se asumía que las teorías y observaciones hechas en estas regiones eran aplicables en todo el mundo.
Desde entonces, el desarrollo y la consolidación de la ciencia ecológica ha estado profundamente marcada por legados coloniales. Una parte considerable de los materiales biológicos de museos de historia natural, jardines botánicos y colecciones científicas han sido expoliados de sus contextos geográficos, se abstraen de sus matrices culturales de conocimiento y uso para ser “descubiertos” o reportados por la ciencia, e incluso dentro de los nombres de estos recursos y espacios se perpetúa el reconocimiento a personajes coloniales. En gran medida, las formas actuales de hacer trabajo de campo en Ecología mantienen ese legado colonial de las primeras expediciones naturalistas que sirvieron a las coronas, una forma de “paracaidismo científico” en el que los investigadores e investigadoras llegan a los territorios, obtienen sus resultados y se apropian de los recursos y conocimiento locales sin reconocimiento o retribuciones adecuadas. Incluso, en aproximaciones ecológicas más participativas, prevalece la noción del conocimiento experto que dicta las pautas de solución a las comunidades locales. Por otro lado, en el ámbito educativo, los currículos para la formación de ecólogos y ecólogas se basan en libros y ejemplos del Norte Global y se han concentrado poco o nada en problematizar aspectos cuestionables dentro del desarrollo de dicha disciplina científica.
Una de las marcas coloniales que se manifiestan con mayor arraigo en la Ecología es su jerarquía científica, en donde la mayoría de las instituciones, académico(a)s y revistas científicas se encuentran en países europeos, así como en el legado occidental que estos han permeado hacia algunos países de Norteamérica, Asia y Oceanía (Figura 2). Al interior de dicha jerarquía científica hay poca representación de investigadores e investigadoras que pertenecen a minorías étnicas e identitarias. Además, estudios recientes comienzan a demostrar que dentro de la jerarquía de la ciencia ecológica se reproducen dinámicas académicas en las que científico(a)s locales del Sur Global son mucho más propenso(a)s a realizar trabajo de campo en su propio país para equipos de investigación extranjeros que las financian, a la par de que un artículo científico en Ecología tiene más probabilidad de ser publicado en una revista relevante para el campo de estudio si cuenta con la co-autoría de algún(a) investigador(a) de un país desarrollado que la “avale intelectualmente".
Para comenzar a desmontar los legados y prácticas colonialistas en la Ecología, investigadore(a)s de países del Sur Global plantean cinco pautas principales de transformación: (1) preocuparse por conocer la historia y los contextos en donde se realizan las investigaciones para aproximarse de manera más respetuosa a los sitios de estudio, (2) descolonizar la expertise científica, con el objetivo de superar las desigualdades y las injusticias históricamente asociadas con la ciencia, (3) combatir la discriminación hacia académico(a)s que pertenecen a minorías étnicas e identitarias, así como buscar mayor representatividad y legitimidad tanto de dichos grupos como de las mujeres y jóvenes, (4) fomentar la colaboración académica equitativa entre investigadore(a)s de diferentes regiones y antecedentes culturales, evitando la explotación en sus múltiples manifestaciones, y finalmente (5) promover el acceso abierto a la investigación científica y al conocimiento para que esté disponible de manera más equitativa en todas las regiones del mundo.
Aunado a tan importantes propuestas, llamaríamos la atención respecto a otros cinco puntos que nos parecen igual de apremiantes: (6) valorar y reconocer los conocimientos tradicionales y locales como fuentes legítimas de conocimiento ecológico, incluso al nivel de colaboraciones y coautorías científicas, (7) hacer dialogar a la Ecología con otras ciencias, sobre todo sociales y humanidades, para complementar y expandir su alcance teórico y aplicado, (8) revisitar las prácticas, estructuras y formatos coloniales que se reproducen en instituciones como los museos de historia natural, jardines botánicos, colecciones científicas y propiamente al interior de universidades y centros de investigación (9) incorporar dentro de los currículos de grado y posgrado en Ecología al menos una asignatura enfocada a revisar de manera crítica la historia, el desarrollo y proceder de dicho campo científico, (10) procurar mayores apoyos públicos a la investigación ecológica en los países del Sur Global, fortalecer nuestras revistas científicas y de divulgación, así como impulsar la colaboración Sur-Sur para remontar la independencia presupuestal e intelectual hacia los países del Norte Global.
A pesar de su importancia, la descolonización de la Ecología en los países del Sur Global enfrenta varios desafíos internos, como la resistencia de ciertas instituciones que se muestran reacias a cambiar sus prácticas y estructuras de oligarquías académicas establecidas, aunado a la falta de representación en muchos de sus espacios de toma de decisiones. Es así que la descolonización de la Ecología en el Sur Global es esencial para construir una ciencia más equitativa y diversa (Figura 3). Esto no solo beneficia a las comunidades marginadas y a la investigación científica en el Sur Global, sino que enriquece el conocimiento científico en su conjunto al incorporar una gama más amplia de perspectivas y enfoques. Estamos de acuerdo con nuestro(a)s colegas de otros países del Sur Global en que la descolonización de la Ecología es una batalla larga que tendrá lugar, de manera inicial, en la mente de académico(a)s que comiencen a hacerse preguntas incómodas sobre su campo de estudio. Ese fue el impulso que motivó a un par de ecólogos del Sur Global a escribir la presente comunicación.
1Red de Ecoetología, Instituto de Ecología, A. C.
2Red de Ambiente y Sustentabilidad, Instituto de Ecología, A.C.