Tráfico ilegal de fauna: el caso de las ranas venenosas
Juan Sebastian Forero Rodríguez, Claudio Mota Vargas y Octavio Rojas Soto
El tráfico ilegal de ranas venenosas es desarrollado por estructuras delictivas organizadas y es una de las principales amenazas a la conservación de estos anfibios.
El uso de los recursos naturales que el humano ha tenido a su disposición es inherente a su desarrollo como especie y al establecimiento de las sociedades actuales. Sin embargo, el aprovechamiento no sustentable de los bienes y servicios que provee la naturaleza, ha desencadenado una acelerada pérdida de la biodiversidad que amenaza directamente la viabilidad de nuestra especie.
Como resultado de la globalización y el desarrollo de herramientas como el internet, la demanda de especies exóticas ha aumentado exponencialmente, lo cual ha tenido efectos catastróficos sobre poblaciones de especies animales y vegetales. Para tener una idea de la magnitud del problema, entre 1996 y 2008 se reportaron más de 191,000 individuos incautados, principalmente en India, China, Reino Unido y EEUU. Se estima que las ganancias de esta actividad ilegal se encuentran entre 6,000 y 20,000 millones de dólares al año.
Uno de los grupos más afectados por el tráfico ilegal es el de las ranas venenosas aposemáticas, el cual posee 61 especies que se encuentran exclusivamente en el trópico del continente americano; desde Nicaragua hasta Bolivia. Estos anfibios resultan muy llamativos para los coleccionistas a nivel mundial debido a sus coloraciones vistosas y su particular capacidad de secuestrar alcaloides altamente tóxicos en su piel. La mayor presión por parte del tráfico ilegal de estos organismos se presenta en Colombia, Perú y Panamá, al ser los países que albergan la mayor riqueza de estas especies. Actualmente, el 52% de las ranas venenosas aposemáticas se encuentran amenazadas de extinción y junto con la pérdida de hábitat, la extracción de individuos del medio natural por parte de las estructuras de tráfico de fauna para su uso como mascotas, representan sus principales amenazas.
Se ha identificado que la comercialización ilegal de este carismático grupo de ranas se ha dado desde la década de 1970, con destino final hacia Europa (principalmente Alemania), Norteamérica y Asia; sin embargo, fue sólo hasta la década de los 2000 cuando se empezaron a establecer marcos normativos y éticos para el desarrollo de este tipo de comercio. En la actualidad existen grupos de coleccionistas que cada vez son más grandes y mejor organizados. Esta persistencia de la actividad ilegal se debe a la amplia variación en las coloraciones de este grupo, que resultan muy atractivas para los coleccionistas; así como a la dificultad para establecer las condiciones necesarias para lograr la reproducción en cautiverio, lo que lleva a los traficantes a suplirse constantemente de nuevos individuos extraídos del medio natural. Cabe señalar que las comunidades de donde son extraídos los ejemplares, reciben pagos de menos de un dólar por individuo, mientras estas mismas ranas pueden alcanzar incluso varios miles de euros o dólares al llegar a su destino.
Uno de los mayores agravantes del tráfico ilegal de estas especies, es la baja tasa de supervivencia durante su trasporte, por tal razón se requiere traficar con una gran cantidad de individuos, por ejemplo, más de 400 ranas, tal y como se ha observado en algunas incautaciones en el aeropuerto internacional más grande de Colombia.
A pesar de los esfuerzos en la lucha contra el tráfico ilegal que están realizando varios países del neotrópico, es necesario el vínculo entre el sector académico (que aporta datos puntuales sobre las especies), las comunidades (de donde se extraen directamente los ejemplares) y las instituciones gubernamentales (para proteger legalmente e implementar programas de conservación). Una potencial alternativa para su conservación pueden ser los proyectos de turismo responsable de observación de anfibios en su hábitat natural, que representa una estrategia sostenible que genera recursos económicos y que pueden garantizar el empoderamiento de las comunidades y la protección a largo plazo de estos organismos y sus hábitats. En este sentido, es importante considerar que las personas en las zonas rurales constituyen el primer eslabón en la cadena del comercio ilegal, y por ende deben constituir la base del trabajo de las estrategias encaminadas a la conservación las ranas venenosas.
Foto arriba: Ejemplo de la amplia variedad en las coloraciones de las ranas venenosas aposemáticas. Fotografías: Juan Sebastián Forero Rodríguez
Slider: Rana Dardo Venenoso Dorada (Phyllobates terribilis) considerada como el vertebrado más venenoso del mundo por la elevada presencia de Batracotoxina en su piel. Actualmente en peligro de extinción a causa de la pérdida de hábitat y el tráfico ilegal. Fotografía: Juan Sebastián Forero Rodríguez
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